Por Simeón Ibáñez
En una familia normal ni se recordarían los cien años del nacimiento de un abuelo. Y menos aún si es propietaria de un antiguo gran negocio y cuando ese abuelo no pudo ejercerlo, dando el pase de modo muy conflictivo a su hijo, y cuando hasta su nieta se encuentra estos mismos días inmersa en un enorme escándalo por abuso de la marca familiar. Se diría, pues, que la agenda de la casa real está dirigida por un republicano infiltrado.
Sin embargo, no hay problema, nada cambiará en esta España eterna porque la agenda republicana parece estar dirigida a su vez por un submarino monárquico débil hasta lo increíble: no aprovecha ni “la conducta poco ejemplar” de esa familia real; su cómoda obsesión es añorar una lejana Segunda República; “olvida” que sus grandes fallos le hicieron también responsable de los cuarenta años de franca dictadura y los otros ya casi cuarenta de una monarquía como la que tenemos.
Por todo ello, y casi un siglo después, se podría decir a los más jóvenes, como hizo Machado: “Una de las dos Españas ha de helarte el corazón”. Pero ni eso entenderían ya, porque la apatía de sus padres les ha quitado a casi todos hasta las ganas de luchar por vivir con dignidad, conformándose con algo de “pan y circo”.